lunes, junio 05, 2006

El Hombre Pájaro

Se llama Alejandro Espíndola y está absolutamente orate. Su pasatiempo favorito consiste en posarse en los entretechos, azoteas, áticos, y en general todo lugar ubicado en las alturas, con el fin de mimetizarse con las aves que lo rodean; es un convencido del evolucionismo aéreo-bípedo, corriente de pensamiento de la cual no estoy lo suficientemente interiorizado como para permitirme una condición de militante, aunque algo puedo rescatar de todo ello. Sus cultores, entre los cuales cuento a mi singular amigo, se adscriben vehementemente a la conocida teoría evolucionista que supone que nuestros antepasados más pretéritos, aún antes que el simio, fueron las aves. La mayoría sostiene la hipótesis argumentando el extraordinario parecido, en términos de grosor y volumen, que habría entre la espina dorsal de un pajarraco cualquiera y la del hombre. Asimismo, la estructura ósea existente en los cercos occipitales del cráneo humano no dejaría de tener asombrosas similitudes con la composición cremosa que constituye los huesos del pájaro en la mencionada cavidad. Por supuesto que hablamos de aves prehistóricas, muy distintas a las que conocemos en la actualidad, más feroces y con modalidades reproductoras que, según afirman los humanos-aves, comprenderían conductas sexuales ambiguas, lindantes con la concupiscencia extrema y que podrían tener impresionantes grados de semejanza con ciertas perversiones humanas. Es así como encontramos pterodáctilos coprófagos, bicharracos que gustan de infligir tormentos sexuales a sus crías, así como también extrañas prácticas copulativas aéreas que incluirían bizarras poses amatorias entre nuestros alados amigos; es cosa de creerlo o no, y Alejandro Espíndola lo hace con pasión exacerbada.
Existe otro argumento, empero, que mi amigo sostiene con igual taxatividad, y que tiene relación con el complemento de nuestro aspecto físico-biológico, es decir, con nuestro espíritu. Según Espíndola, nuestra alma, advirtámoslo o no, tiene una propiedad voladora innegable que sólo muy pocos son capaces de descubrir. Esto constituye, en su opinión, la prueba más irrefutable del equilibrio final existente en su volátil teoría, y solamente susceptible de ser descubierta por medio de los sentidos, a través de la afectividad contenida y el contacto con los cielos. Alejandro refuta con particular odio, no obstante, todo lo que tenga que ver con aviones, helicópteros, y en general con todo aquello que implique una maquinación a la hora de alcanzar las alturas. “Los medios sí importan”, afirma, y luego pasa a encolerizarse y echar diatribas por doquier en contra de todo aquel que haya promovido el desarrollo de la técnica aeronáutica en nuestra civilización: “Esos hijos de puta de los Wright, querían llegar a las alturas los perlas, ¿y cómo? ¡Inventando máquinas, manejando artefactos banales! ¡No tienen idea de lo arduo que es el camino para alcanzar la plenitud, se van por las ramas y olvidan lo esencial! ¡El arte de volar! Preocupados de botoncitos, palancas, agujas y puras nimiedades. ¿Dónde quedan las brisas, el incesante y armónico batir de las alas, la convergencia de los cirros y la impredecible conducta de las corrientes? ¡No! Eso lo olvidan por estar preocupados de imbecilidades. Y encima les veneran. ¡Son ídolos! ¡Ejemplos para la humanidad! ¡Pobre raza, no digo yo! Parece que están condenados a errar perpetuamente, sin jamás despegar los pies de la tierra miserable y sin saber nunca de la auténtica gloria aérea.”.
Luego le entran profundos períodos depresivos en los cuales no come más que minúsculas migas de pan o de galletas, a ritmo monocorde y como recuperando fuerzas.
A veces pasa semanas encerrado en una azotea que alguien le convida para la ocasión, ganándose a la vez algunos pesos por cuidar tal o cual bártulo o limpiar la estancia. Mi amigo tiene una honradez a toda prueba, pero no por alguna especie de instinto altruista, como él mismo reconoce, sino por una indiferencia que aumenta cada día más hacia los bienes de pertenencia humana. La música no le interesa y lee sólo aquellos libros en los cuales puede encontrar algún tipo de ilación con su etérea convicción; en cuanto encuentra el más leve dejo de pragmatismo en cualquier cosa arremete con total furia en su contra, característica que en bastantes ocasiones le ha ocasionado serios problemas. Una vez quemó un baúl muy costoso que se hallaba en un ático arguyendo su “mundanidad insoportable”; asimismo, las ha emprendido en contra de muchas personas que ha considerado “excesivamente asentadas en el terruño”. Sin embargo, lo que considero su rasgo más característico es sin duda su desusada afición a las hierbas alucinógenas; fuma, como mínimo, siete a ocho conos de marihuana al día, liándolos él mismo. Dice preferir la forma cónica a la cilíndrica por ser en esencia más originaria. Ello, en su opinión, le permite contactar su alma de manera más cabal con la de las aves e inclusive acompañar a éstas en su deambular por los cielos capitalinos: “Podrás sentir cuando te eleves con ellas, tenue y vano a la vez, como si tus brazos fuesen de plumas. Podrás conocer regiones que antes sólo en sueños podías imaginarte, y experimentar la tan onírica sensación de vacío vesicular que sobreviene en los momentos de abrupta caída, para luego hacer un giro total y emprender el vuelo nuevamente, raudo, hacia las inmensidades estelares, en plenitud y libertad, batiendo tus alas y sintiendo el roce de la brizna con tu plumaje suave, límpido. ¡Ah, como me gustaría que me acompañaras, amigo mío, en mis vuelos siderales! ¡Descubrirías tanta vida paralela, tanta inmensidad! Te sobrevendría un desprecio total por nuestra raza, eso sí, pero lo que verías compensa con mucho toda desilusión hacia tan vana especie. ¡Cuanta razón tenía Lovecraft, visionario él, al viajar, interminable y azarosamente, hacia las provincias de más allá de la pared del sueño! Y eso que de batir alas nada sabía.”.
Es mi amigo Alejandro Espíndola, quien puede llegar a ser una persona muy afable si así lo quiere; podría agregar una o dos cosas más, pero esto se trata sólo de un perfil. Sin embargo, lo repito, está completamente orate, mas no por algo que me sea permitido revelar.

5 Comments:

Anonymous Anónimo said...

Maravilloso

Quedó claro, ¿no? Vamos, pues, a un punteo incidioso. Las primeras líneas me hizo acordar a 'Ghost Dog', la película de Jarmush, en la que el grone-samurai-protagonista atisba desde desiertas terrazas, en diálogos con su amigo que prueban que hay comprensión más allá del entendimiento (el amigo tiene vedado a su comprensión el idioma inglés, y sólo habla francés; el samurai solo habla lo que se habla en los barrios marginales de Estados Unidos), ven la construcción, en una terraza vecina, de un arca.
Perfil y glosa de la teoría que guía sus días. Todo nos lleva a Wilcock. Lo conmino a leer, más rápido que ligero, 'La sinagoga de los iconoclastas'. Bueno, está bien, haga lo que quiera.
Ustedes tienen muchos secretos. !Desembuchen de una buena vez y dígannos qué es lo que nosotros sus comedidos lectores no podemos saber!

2:16 a. m.  
Anonymous Anónimo said...

Como de costumbre, excelente. Que manera de arrojar palabras mientras uno se sumerge en la Bukowskiana idea del personaje, matizado por la sórdida inmundicia que lo rodea. Ya me imagino.

No le han cambiado ampolletas a los pasillos últimamente?.

No se agite, salte por la ventana cuando lo crea necesario. Vuele.

Una pregunta, por que rayos le pusiste Alejandro.

Espero no sea venganza por los Hernández orates que aparecen en mis relatos.

El padre superficial.

12:21 p. m.  
Blogger Playmobil Hipotético said...

Un fanático de cualquier cosa tiene dos propiedade: es un tipo peligroso; pero al mismo tiempo es un tipo tremendamente interesatne.

Felicito a través de las Cordilleras de Baba.

5:54 p. m.  
Blogger Gonzalo Hernández Suárez said...

Más que venganza, una dedicatoria, yunta.

Gracias Matias y Playmobil. Yo también adhiero al predominio de la comprensión por sobre el entendimiento. La primera entrada o cuento de Coffee & Cigarrettes es otro ejemplo jarmushiano del mismo tópico.

9:50 a. m.  
Anonymous Anónimo said...

Your are Nice. And so is your site! Maybe you need some more pictures. Will return in the near future.
»

11:09 p. m.  

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